Marilyn estaba
cansada, llegó a casa con dolor de cabeza de tanto pensar en cómo resolver
los problemas de su jefatura. Ni bien entro al cuarto se tiró a la cama con
todo y ropa y quedó profundamente dormida. Se enlazó en un sueño profundo donde
caminaba descalza por la pista bajo la lluvia infernal que caía en ese crudo invierno.
Estaba temblando.
Andaba
mirando la calle, toda mojada y con la vista perdida. Sintió unos pasos lejanos
acercase, no sabía que era hasta que estuvo más cerca. Era un caballo con los ojos rojos,
rojos como el demonio mismo, la miraba. Encima de el había un hombre vestido de
negro extremadamente guapo que la invitó a subir, sin siquiera decir una
palabra ella le hizo caso.
Cabalgaba
rápido, ella se aferraba a él, no sabía hacia donde se dirigían pero por alguna
razón él le inspiraba confianza y no tenía miedo. El viento acariciaba sus
cabellos y le daba una sensación de frescura, ella sentía que volaba. Siguieron cabalgando y se adentraron
en la espesura de un bosque, lleno de luciérnagas.
Por primera
vez en esa noche sintió miedo de su acompañante. Ya nada parecía seguro,
inclusive su jinete había perdido su belleza. Empezó a trotar el caballo, ahora
podía escuchar los sonidos a su alrededor, no sabía si era su imaginación o la
escena en sí pero sentía una risa distante, como de un pajarraco, de una mujer
Repentinamente
sus cuerpos se elevaron y flotaron en un remolino, aterrizaron en la orilla de
una playa en un lugar desconocido. Escuchaba el romper de las olas , camino descalza y se entrego a las
aguas, se hundió. El jinete se quedo de pie viéndola ahogarse. Comenzó a
moverse bruscamente, Marilyn despertó, fue solo un sueño, un rarísimo sueño.