Me encontraba parada en la esquina, no había nadie, no había
sonido alguno. Mi mente volaba, tu
imagen se escondía de mí, se ocultaba en lo más recóndito de mi cabeza. Había
algo que no me dejaba pensarte, que me impedía tenerte en mi mente, no estoy
segura porque pero creo saberlo, decidí olvidarte, dejarte atrás y seguir
adelante tomar las riendas de mi destino.
Seguí parada en esa esquina tratando de ocultarme, tratando
de pasar desapercibida para que no se dieran cuenta el dilema que mí vida
enfrentaba. Una sonrisa, una mirada, una flor se convirtieron en mi desdicha,
mi llanto y mis lamentos. Las palabras suaves se transformaron en versos y esos
versos en suplicas, en lamentaciones.
Comencé a caminar por la avenida, los pasos eran lentos y
las lagrimas tibia. Mi corazón se encontraba agitado, me golpeaba el pecho, comencé
a correr. Bañe las calles del rocío de mis ojos mientras cada palabra tuya
retumbaba mi mente. ¿Merecía yo tal cosa?, no lo sabías tú pero si lo sabía yo,
finalmente lo había entendido, amar así no se
puede, simplemente no es de
humanos.
Los minutos pasaron lentos mientras andaba sin rumbo, no
tenía otra cosa en que pensar solo tus palabras, tus acciones y tu forma de
hacer las cosas, mi tortura, mi delirio. No sé cómo llegue a la avenida
principal pero estaba ahí una vez más, sola esperando que aparecieras como en
un acto de magia. Mire a todas partes, quise
creer que volverías a buscarme, que te importaría más que tu orgullo.
Las palabras como siempre fueron eso, palabras y los
momentos bellos decidí guardarlos en mi memoria como parte de tu recuerdo. No sé
cuantas veces fue que paso o si estuvo bien permitirlo pero me dije ya no, tome
una decisión. Camine por la avenida, ya no habían mas lagrimas en mi rostro, se
secaron con ellas mis esperanzas, mi corazón y lo que algún día llame amor. Decidí irme para nunca más volver, borrarte de
mi vida y dejarte como un recuerdo, un recuerdo azul.