Eran las dos de la mañana y no podía cerrar los ojos, te mantenía
en mi mente y estabas ahí presente como una canción que se tararea una y otra
vez. No podía sacarte de mi pensamiento, te quedaste conmigo, me mantuviste tibia y no dejaste que se me
escapara ni un solo detalle de tu figura. Cerraba los ojos, volvía a verte,
miraba el vacio, te tenía conmigo. Luego de una noche contigo supe que llegaste
para quedarte.
Desperté con la sonrisa en los labios, muerta de sueño pero
sabiendo que eras tú. Recordé que cada día puede ser diferente, que las noches más
largas son las mejores y que mis ojos pueden volver a brillar. Siguió el día,
estaba bien, no tenía miedo a lo que pueda suceder, me sentía segura. Esa tarde
decidí darlo todo y comenzar de nuevo, no sé si sea irreal, una ilusión tal vez,
pero es eso que te hace sentir simplemente bien.
Te volví a ver, pasaste despacio, despreocupado por la acera
de enfrente, me viste y te acercaste. No pude evitarlo y tropecé, me agarraste
de la cintura y me aferraste a ti. ¿Cuántas veces pasó? No lo sé, solo sé que estabas ahí una vez más, en el
momento justo y a la hora exacta, dispuesto a tenderme una mano, a decirme que
estabas ahí. Te mire sonrojada, sonreíste, sonreí y callamos. Fue el segundo más
largo y el más hermoso, solo mirándonos.
Decidiste acompañarme, no sabías cuan nerviosa estaba.
Agarre mis cabellos varias veces sin saber cómo empezar hasta que finalmente
hablaste. Fue la tarde más hermosa, la puesta de sol más bella, tus ojos
brillando, tus labios rosados. Mire a todos lados, miraste tu también, sabíamos
que era el momento y no dijimos nada, te acercaste, me acerque. Chocamos
nuestros labios en el beso más tierno del mundo, cerramos los ojos y nos
olvidamos de todo, nos entendíamos perfectamente.
Se perdió todo ápice de timidez, sonreíste, bromeaste, me
gustabas. Cogiste mi mano, la agarraste fuerte, con firmeza y caminamos en la
mejor media hora que jamás había vivido. ¿Qué temas hablamos?, sinceramente no
recuerdo, te contestaba todo pero me concentraba en mirarte, en grabar en mi
memoria cada nuevo detalle que podría encontrarte, me gustabas demasiado.
Llegamos al final del camino, yo te llamo me dijiste y nos despedimos con la
seguridad que solo era el comienzo.
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